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Los soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza. Le echaron también sobre los hombros un manto de púrpura y, acercándose a él, decían:

— ¡Viva el rey de los judíos!

Y le daban bofetadas. Salió de nuevo Pilato y les dijo:

— Miren, se lo voy a presentar a ustedes para dejar claro que no encuentro delito alguno en él.

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